Hace diez años fallecía George Harrison, quizás el beatle perfecto, el que representó el equilibrio absoluto entre Lennon y McCartney, el que, pese a la condena de ser siempre la sombra de John y Paul, se vengó en el minuto final de existencia del cuarteto y firmó las mejores dos canciones del mejor disco de Los Beatles ("Something" y "Here Comes The Sun"). El 29 de noviembre de 2001 completaba su alma un tramo terreno en su existencia infinita y nos dejaba un poco más huérfanos... y mucho más tristes. Y es que a lo mejor Los Beatles se tienen que morir para confirmar que son inmortales... o eso pensé aquel viernes 30 en que me enteré.
Así lo despidieron su familia, su esposa Olivia, su hijo Dhani, Paul y Ringo, sus compañeros Wilburys Jeff Lynne y Tom Petty, sus mejores amigos Eric Clapton, Ray Cooper, Billy Preston, Joe Brown, Klaus Voorman, Ravi Shankar, Jools Holland -entre muchos otros- y, por supuesto, sus fans. Entre pétalos de rosa, canciones inmortales, lágrimas, sonrisas y nostalgia, un coro de guitarras gimieron suavemente y le dijeron lo que desde un rincón del alma yo también le dije: "amigo, hermano George, te veré en mis sueños, gracias por tanto, gracias por todo... allá nos vemos"
Así lo despidieron su familia, su esposa Olivia, su hijo Dhani, Paul y Ringo, sus compañeros Wilburys Jeff Lynne y Tom Petty, sus mejores amigos Eric Clapton, Ray Cooper, Billy Preston, Joe Brown, Klaus Voorman, Ravi Shankar, Jools Holland -entre muchos otros- y, por supuesto, sus fans. Entre pétalos de rosa, canciones inmortales, lágrimas, sonrisas y nostalgia, un coro de guitarras gimieron suavemente y le dijeron lo que desde un rincón del alma yo también le dije: "amigo, hermano George, te veré en mis sueños, gracias por tanto, gracias por todo... allá nos vemos"