Corría 1977 y Fleetwood Mac se
aprestaba para convertirse en la siguiente gran cosa del rock/pop americano. La
excusa, el motivo o el detonante para tal suceso vendría de la mano de un disco
que los posicionó como la perfecta banda radial, un prospecto de lo que luego
se conocería como AOR (rock orientado al público adulto) y que de manera sorprendente para los mismo integrantes de la banda se convertiría en el
disco más vendido en la historia de la música hasta que el más blanco de los hermanos Jackson pubicara en 1983 ese fenómeno a prueba de balas llamado "Thriller". Pero apenas editado, aún
los paladares más exigentes tuvieron que reconocer que el nuevo disco de los Mac era algo
sensacional, una aplanadora de hits, un álbum que podías poner de principio a
fin hasta gastarle los surcos sin cansarte de oírlo.
Grabado en los míticos Record Plant
Studios de Sausalito, California, “Rumours” encontró a Fleetwood Mac siendo casi
una combinación de Los Beatles con Abba: el Mac de fines de los ’70 era un
culebrón de parejas entremezcladas y relaciones amorosas conflictivas entre sus
integrantes. Pero también de talentos individuales poderosos en la parte creativa
y vocal que al igual que los 4 de Liverpool generaban una tensión y una
sinergia creativa e interpretativa sorprendente. Cuesta trabajo el creer que
una obra que se convertiría en un clásico instantáneo y en un fenómeno de
ventas que a la fecha sigue facturando de manera consistente haya sido
procreado en un ambiente de recelos y descontrol que hubieran hecho persignarse
a los más desaforados rockeros, punketos o heavy metaleros de la época. Los
propios ingenieros de Record Plant afirman que Fleetwood Mac llevó la palabra “excesos”
a un nivel desconocido hasta entonces durante aquellas sesiones. Y la misma
Stevie Nicks asegura que tuvieron que tocar fondo en todos los sentidos para
que aquella obra pudiera emerger, no ya como una manifestación de talento sino
como una necesidad de supervivencia grupal y personal. Tan enfermo estaba
aquello que la pareja que en la vida real constituían Lindsay Buckingham y
Stevie Nicks no dudó en ventilar sus trapos nada menos que en la canción que
abre el disco. Y en un gesto que honestamente no sé si adjudicárselo a cierta
bizarra forma de madurez o a simple intoxicación química, en lugar de
aventarse canciones el uno contra el otro –lo típico en estos casos-, eligieron
una y la cantaron juntos. En “Second Hand News” Buckingham sin pelos en la
lengua la acusa de pintarle el cuerno, le grita que él no es una “noticia de
segunda mano” y que si ella se larga –obviamente con el tercero en discordia-
no la piensa extrañar. Nicks no solamente aguanta como la dama de hierro que
es, sino que le regala una de las mejores segundas voces y armonías que este
servidor haya escuchado jamás en una canción pop.
“Second Hands News” no es la
mejor canción de "Rumours" en caso que haya una. Pero abre el disco de una
manera incendiaria a pesar de ser acústica. Buckingham está enojado, frustrado,
cansado, desolado. Nicks, ya se ha dicho, calla –cantando- y otorga, Mick
Fletwood le pega a la batería como si algo tuviera que ver con el asunto, Christine McVie pone
unas armonías deliciosas que no le piden nada al “Because” de Los
Beatles y John McVie al bajo abusa de su habitual "low profile" y desentona
poniendo un toque necesario de sobriedad -paradójico en alguien que se destacó
por ser uno de los más grandes bebedores del blues británico- en medio de aquel
aquelarre de ego, cocaína, infidelidades y pasiones inconfesables- poniendo el ritmo consistente de su bajo metronómico que parece no querer llamar la atención, no sea cosa que le caiga una bala perdida.
Afortunadamente americanos en
aquellos años –en su natal Inglaterra no habrían sobrevivido al tsunami del
punk- Fleetwood se convertiría gracias a “Rumours” en la nueva gran bestia pop de
los ’70 y definirían un sonido que marcaría mucho de lo que vendría después…
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